Dicen los que saben que Mendoza se encuentra entre las seis regiones del mundo con mejores condiciones climáticas para volar en globo, un viaje siempre ligado a la aventura, aunque poco difundido en nuestro país.
Por estos días, una docena de pilotos profesionales llegó a la provincia para disputar por primera vez en los cielos de Rivadavia, la fecha anual del Campeonato Argentino de Aerostación.
“Volar en globo es la actividad aeronáutica más antigua; el hombre vuela en una canasta de mimbre desde hace 260 años y en todo ese tiempo, poco es lo que ha cambiado”, explica Norberto Barozza (75) que desde hace 25 años acostumbra cruzar los cielos colgando de un globo: “Lo que más varió con los años es el combustible con que se calienta el aire, que ya no son brasas como en los inicios o fueloil como a comienzos del siglo XX, sino gas propano”.
Desde el miércoles y hasta el domingo, la ciudad de Rivadavia y sus alrededores ha quedado dentro de un enorme cilindro imaginario, que tiene 600 metros de altura y 15 kilómetros de radio; en ese espacio, doce pilotos compiten a diario por el primer puesto del campeonato.
Es media mañana y un enorme globo se desplaza silencioso por sobre la plaza departamental; vuela muy bajo, a 100 metros del suelo y apenas por encima de las antenas más altas de la ciudad.
Abajo, la gente saca sus celulares para llevarse un recuerdo de la nave, que tan cerca pasa de la copa de los árboles que no solo el saludo del piloto, sino su sonrisa, se aprecian sin dificultad.
La plaza Bernardino Rivadavia es uno de los cinco puntos geográficos dentro de la ciudad, que el director de la carrera marcó durante esa madrugada como objetivos a sobrevolar.
Por la tarde elegirá otros: “Me quedé frenado sobre la plaza y estuve a punto de bajar allí, en el medio”, contó más tarde el piloto, Sebastián Torres.
Cada mañana, desde las instalaciones de la empresa Aerotec, el vuelo arranca temprano y a las 6.30, los globos se inflan de gas y toman altura buscando sus objetivos; a media mañana y antes de que el calor del sol genere turbulencias, las naves bajan, hacen una pausa y recién por la tarde, después de las 18.30 volverán a competir
El vuelo en globo precisa de vientos suaves, ésa es la principal condición para la navegación y se consiguen muy temprano por la mañana o ya en la tarde, durante la caída del sol.
Luego, para un vuelo exitoso, son necesarios conocimientos de meteorología y de navegación, que ayudarán al piloto a encontrar y saber aprovechar las corrientes de aire que lo lleven en la dirección deseada. En la actualidad, también resultan indispensables los equipos de GPS.
Los pilotos reunidos en Rivadavia coinciden en que Mendoza se encuentra a la altura de las principales regiones del mundo para volar en globo (eso ya lo había advertido el millonario aventurero Steve Fossett cuando en 1998 partió del Estadio Malvinas para realizar la vuelta al mundo en globo, travesía que no logró) y que las condiciones de sus vientos se comparan con las del valle de Yarra en Australia; con las Saga, en Japón; Capadocia, en Turquía o Albuquerque en los Estados Unidos.
“En globo hemos venido muchas veces a Mendoza, al Predio de la Virgen, en Guaymallén, por ejemplo, pero es la primera vez que hay una fecha del campeonato”, explica Norberto y dice que la gran sensación del globo es la libertad.
A los paisajes y al viento en la cara, se suma la libertad que da el horizonte silencioso e infinito”, cierra.
Durante estos días, los globos han cruzado por encima de fábricas y escuelas, de viñedos y barrios; se han detenido sobre el bullicioso microcentro y se han adentrado en las apacibles zonas rurales: “La cara de la gente abajo es siempre de asombro”, cuenta Javier, otro de los pilotos y se entiende: ver volar un globo es hipnótico y cuesta desviar la vista de su paso majestuoso.
Hasta el domingo, ese curioso paisaje se repetirá cada mañana y tarde en los cielos de Rivadavia.