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POLÍTICA

Macri y una necesaria vuelta a la política

El «supermartes» pasó y al término del día el gobierno respiró aliviado como hacía mucho tiempo no lo conseguía. El 95 por ciento de las Lebacs que vencían fue renovado y el dólar cayó 84 centavos. Además, de acuerdo con la información que Finanzas dejó trascender en los medios especializados, dos fondos de inversión que dominan el mundo financiero y por ende el de la especulación, BlackRock y Templeton, se posaron sobre la Argentina y adquirieron entre ambos buena parte de los más de los 73 mil millones de pesos en dos nuevos bonos del Tesoro con los que el gobierno de Mauricio Macri sorprendió al mediodía del martes, en pesos, a tasa fija y a cinco y ocho años respectivamente, para descomprimir la tensión que se había fijado en la moneda estadounidense.

El equipo de la Hacienda pública de Macri festejó. Pero mucho más por haber combatido al menos temporariamente la incertidumbre que el mismo gobierno había alimentado en los días previos, durante la crisis cambiaria, cuando no supo explicar lo que estaba ocurriendo, lo que le significó además una caída en la imagen del presidente, en la credibilidad y en la confianza de la gestión. Pero hubo una recapacitación en términos políticos. El mismo gobierno, claramente asustado y confundido, comenzó a dar señales claras de reconocimiento de la crisis cuando hasta pocas horas antes había negado, minimizado y subestimado.

La recapacitación oficial, también si se quiere el freno de mano que le imprimió a una postura sobre cargada de soberbia, apareció en medio de la crisis devaluatoria cuando Macri pareció dejar de lado los consejos de su gurú ecuatoriano Durán Barba y de su funcionario predilecto, el jefe de Gabinete Marcos Peña, que se venían negando sistemáticamente a tender puentes con sus propios aliados políticos de Cambiemos para hallarle algunas vías de solución a la turbulencia.

El abrir la mesa chica del gobierno a los arietes políticos del propio oficialismo, los mismos que había dejado de usar, con vínculos inestimables con los gobernadores, con el Parlamento y con la oposición razonable, fue una señal clara que lo alejó de las viejas prácticas vinculadas con ese estilo de conducción prepotente de la Argentina de los últimos años de las que se había diferenciado, pero a las que temerariamente se había arrimado, quizás como una característica propia de quien se encuentra en la cima del poder, obnubilado por cierto apoyo electoral que lo hace auto percibirse eterno y mesiánico. Por prometer todo lo contrario, entre otras cosas, Cambiemos logró encaramarse en el poder institucional de la Argentina a fines del 2015, lo que no es nada malo que lo recuerde de tanto en tanto.

Rogelio Frigerio, el ministro del Interior y Emilio Monzó, el presidente de la Cámara de Diputados fueron los primeros convocados al cónclave semanal que monitorea las dificultades genéricas a las que se enfrenta día tras día la Administración. Hacía tiempo que Macri se había encerrado sólo a discutir la marcha de su gobierno con Rodríguez Larreta y la gobernadora María Eugenia Vidal. Y también se sumará uno de los hombres clave del Cambiemos de los comienzos, el mendocino Ernesto Sanz, que vuelve luego de un año y medio de haber dejado de pertenecer a ese círculo selecto.

Un párrafo particular para el mendocino. Su vuelta al ruedo puede que se condimente de características muy distintas a las de aquellas participaciones y reuniones periódicas que mantenía con Macri en el 2016, el del primer año completo de gobierno. Sanz fue se alejando por decisión propia y también por la acción de Peña, uno de los funcionarios que más lo resistió y más se opuso a su participación.

Peña y Durán Barba interpretaron que rodear al presidente de figuras de la política a la que ambos han considerado siempre con desprecio, perjudicaría la marcha del gobierno y por sobre todo las ansias de reelección en el 2019. Creen que fueron elegidos por un pueblo que los votó por estar harto de los personajes políticos surgidos de los dos partidos tradicionales del país, los mismos -entendían y seguramente así lo crean todavía-, responsables de la siempre marcha decadente de la Argentina. A Macri siempre le dijeron, Durán Barba y Peña, que si bien algunos radicales y unos pocos peronistas eran necesarios para la génesis de Cambiemos y para lograr presencia en el territorio en las épocas electorales, no beneficiarían al gobierno con sus ideas políticas en desuso y estrechamente vinculadas al fracaso.

Peña fue el primero en reclamarle a Macri, allá por el 2016, que debía tomar distancia de Sanz cuando el ex senador nacional, en una de esas reuniones de la mesa chica, le sugirió al presidente que explorara la posibilidad de llamar a un acuerdo amplio a nivel social y económico para afrontar el ajuste de las cuentas, el combate contra el déficit fiscal y el sinceramiento del valor de las tarifas de los servicios públicos que se avecinaba. Peña se opuso, al igual que Durán Barba y siempre creyeron ver en esa maniobra un copamiento político del nuevo gobierno de Macri.

Fueron Alfredo Cornejo y Gerardo Morales los que decidieron, una vez que fueron convocados por Macri en esta vuelta a la política, que quien debe representar a la UCR en la mesa chica es Sanz. La jugada está preparada para lo que viene, más que por lo que el gobierno está dejando atrás. La búsqueda de un puente con los sectores políticos responsables para discutir y buscar consensos sobre el achique del gasto, básicamente. La discusión sobre el presupuesto 2019 y por dónde y cómo hacer discurrir ese ajuste.

Fuente: sitioandino.com.ar

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