Los días de la vitivinicultura (cómo suele pasar en la temporada baja) pasan más por lo institucional y político que por las viñas donde, sin embargo, también hay mucho trabajo con las tareas culturales preparando las plantas y el suelo para cuando llegue la primavera y los brotes.
Los últimos días están movidos, desde el cambio de autoridades (algo sorpresiva) en Fecovita sobre los cuales hay mil rumores y pocas certezas (más que la entidad cooperativa seguirá por el mismo y exitoso rumbo) hasta los dolores de cabeza por el 10 por ciento extra por el dólar turista y por, sobre todo, la consolidación de la caída de las exportaciones en el primer semestre generan un clima espeso.
En los primeros seis meses del año, la caída de las exportaciones llegó al 19.1 por ciento desglosados en un 40,5% de los vinos a granel y un 5.8% de los vinos fraccionados. Los números evidentemente no son buenos y motivaron una rápida reacción de Bodegas de Argentina que reclamó mediante una comunicación oficial al Gobierno nacional la suspensión de los derechos de exportación al vino. Desde la cámara bodeguera, se considera que “dado el contexto y los resultados que está teniendo la exportación de vino embotellado, se hace imperiosa la necesidad de suspender temporalmente los derechos de exportación, con la finalidad de liberar recursos de las bodegas para reinvertir en el negocio y sostener así, la demanda en el exterior en tiempos sumamente complejos además de flexibilizar las medidas de acceso al Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) para cumplir con los compromisos con los clientes y proveedores del exterior”.
La acción de Bodegas de Argentina no cayó bien en toda la industria, desde otros sectores cuestionaron el documento asegurando que mediante el diálogo se consiguieron más cosas que con el enfrentamiento y también cuestionaron las declaraciones de algún bodeguero acerca de que no habrá vino porque no se pueden importar barricas y que se difundiera el comunicado en simultáneo con el devaluado paro agropecuario. Desde esos sectores, que por ahora no van a diferenciarse públicamente, pero sí ya lo hicieron por otros canales, consideran que con una rápida negociación se pueden lograr las mismas flexibilizaciones que ya lograron otros sectores.
Lo que no aparece ni en el comunicado de Bodegas, ni tampoco en las charlas informales con el sector en general es la explicación de por qué al bajar los 4 puntos de retenciones se mejoraría la posibilidad de exportar rápidamente. Porque si algo es casi seguro que muy pocos (¿o nadie?) inmediatamente bajaría 4 puntos sus valores de exportación.
La sensación es que se necesitan muchas más cosas que una suspensión de las retenciones (que no sería poco) para recuperar exportaciones tanto en volumen como en valor y que sería un lindo debate para una vitivinicultura en un mercado cada vez más competitivo y un mundo que no para a la hora de pedir innovaciones y nuevos desafíos de consumo.
Aún más que el comunicado, molestaron en una parte importante de la industria y en el Ejecutivo las declaraciones a TN del gerente de la entidad bodeguera que sirvieron para que el canal titulará catastróficamente que en 45 días faltaría vino y se diseminó como reguero de pólvora. “No parece la mejor forma de conseguir una reunión con Scioli y Pesce que es lo que pide en la nota” cerró la charla un referente de la industria vitivinícola.
Este viernes, mientras usted está leyendo está columna, puede salir la primera respuesta oficial a la carta y declaraciones de la entidad bodeguera, cuando Martín Hinojosa, el titular del INV, encabece el acto de puesta en marcha del PROVIAR II.
El nuevo 10% extra a los consumos en el extranjero también causó malestar, que varios enólogos hicieron público. Este no es el espacio para discutir la pertinencia de la medida, pero es cierto que acarrea un costo extra para las bodegas y elaboradores que necesariamente deben girar por el mundo para vender sus vinos, lo mismo se extiende a muchas actividades productivas o industriales de la Argentina que no se venden solas al mundo como la soja y el maíz.
Para explicar al gran público el problema aclaremos qué es lo que pasa a valores del momento de cierre de está columna. El enólogo o comercial de la Bodega viaja para promocionar y vender sus vinos (algo que sabemos el país necesita para obtener divisas) cada dólar que gasta en pasaje, hotel, comida movilidad, etc,, lo debe calcular a 236 pesos, ahora bien cuando realice la venta por cada dólar que reciba de esa exportación el Banco Central le liquidará a 135 pesos. La diferencia es notable.
Claro que los viajes para promoción, difusión, participación en ferias, etcétera no son el principal costo ni nada parecido, pero sí es cierto que cada vez son más necesarios en un mundo ultra competitivo. Son aquellas famosas «pequeñas grandes cosas» que hacen al todo de las que, por lo general, los gobernantes pierden el registro y que con una simple reglamentación se podrían solucionar no solo para la vitivinicultura sino para un gran número de producciones de las economías regionales.